miércoles, 30 de noviembre de 2011

DETRÁS DE LAS URNAS. Mi experiencia como apoderado.

Quizás todo ciudadano de este país debiese pasar al menos una jornada electoral tras las urnas. Desde luego, a mi me ha parecido una experiencia fascinante. Ha sido precisamente en estas elecciones del 20 N y lo he hecho como apoderado del partido Unión, Progreso y Democracia. La palabra apoderado nos llena de importancia, pero el apoderado no es más que un representante del partido (no tiene ni siquiera que ser afiliado ni simpatizante). Como si se tratara de un observador internacional, supervisa la neutralidad y el buen hacer de interventores, vocales y presidente.

Intentaré no aburriros aunque creo que el tema es lo suficientemente interesante como para hacer un esfuerzo y llegar al final.


Con el permiso de mi Santa, su santa paciencia y un trancazo de mil demonios me levante la mañana pluviosa del 20 N entre inquieto y febril, afeitado, ducha, vestimenta de profesor: chinos de pinza, camisa a cuadros y chaleco de lana, café americano de un trago y dos croissants plastificados al bolsillo del abrigo. Reviso mi bolso: credenciales si, identificación si, manual del curso de apoderado si, modelos de recursos si, móvil si, cuaderno si, bolígrafos si…
Me encamino al  colegio electoral que me ha tocado, es el Menéndez Pidal, donde nosotros votamos. En la puerta veo a un vecino del parque de enfrente de casa,  fuma aliviado en la puerta del local: ¿suplente descartado?, seguro que ni se le pasa por la cabeza que yo este allí por  propia voluntad.

Lo primero, según el manual de formación de apoderados de UPyD, es acreditarse-presentarse como apoderado del partido. Sin embargo allí nadie pidió mi acreditación ni me pregunto nada, simplemente adorné mi cuello con la cartulina magenta con las siglas del partido y la palabra APODERADO, lo cual me invistió automáticamente de una autoridad suprema como vereis más adelante. Dándoles  a las 9  mesas tiempo para constituirse,  me presente mesa a mesa, dando los buenos días, con nombre de pila y mi razón de apoderado. Me sorprendió que solo yo hiciera esa tarea y no vi en ninguno de los otros apoderados,  ese tipo de relaciones públicas. En general encontré en esos primeros instantes bastante desorientación respecto a procedimientos y normativa de las mesas, todos los componentes revisaban frenéticamente la documentación y el manual de funcionamiento.  Cuando me veían con la acreditación me preguntaban como si yo fuera el Dios que dicta la Ley Electoral, yo evidentemente les remitía al manual y a los representantes de la administración que tampoco parecían tener mucha idea. De hecho uno de los funcionarios me dijo que ellos estaban sobre todo para el envío de datos   y que no habían recibido formación  sobre el procedimiento electoral y las posibles incidencias.

 A las nueve se abrió el colegio y las votaciones.

Mi labor era sencilla, supervisar que todo fuera correcto, hacer presente nuestra candidatura en el colegio y, sobre todo, vigilar que no faltaran nuestras papeletas. Además respecto a estas  el manual hablaba de que todos los montones fueran iguales y estuvieran ordenados, decía que la candidatura debía de estar claramente visible y que no se confundiera con otras de parecidas siglas o logotipo. Así que una buena parte de mi curro fue pasarme por las mesas donde estaban las papeletas y ver que todo estaba ordenado,  evitando la preeminencia de unas papeletas sobre otras, que no se confundieran y que los montones fueran simétricos. Según la normativa electoral no hay ningún orden  previsto para colocarlas. Yo me las encontré  en un orden según representación de la legislatura anterior, es decir PSOE, PP, IU, UPD  y luego todas las demás. Sin embargo a lo largo del día alguien, supongo que del PP, adelantaba a la primera posición las del PP y yo volvía adelantar las del PSOE. No me sentía legitimado a adelantar a la primera posición las de UPD. Este sentimiento de exquisita neutralidad me acompaño durante toda la jornada electoral, incluso en el momento del recuento, recuerdo que revise que todas las actas estuvieran bien copiadas respecto a los votos de todos los partidos y no solo del mío como rezaba el manual del apoderado. Hacia las dos de la tarde las papeletas de PSOE  y PP habían bajado por debajo de las demás. Según la instrucción de mi partido debía igualarlas, así que me pase por el cuartito de los representantes de la administración (que a esas alturas y ya desde poco después de la apertura del colegio se habían quitado su identificación y leían tranquilamente la prensa dominical, aunque es verdad que se pasaban de vez en cuando por las mesas y en el recuento estuvieron muy activos) y les pregunté. Me dijeron que no podían darme papeletas de esos partidos ya que no los representaba. Pregunté a mi coordinador que me dio una solución un tanto extraña: quitar algunas de las nuestras. A raíz de todo esto uno piensa en la importancia de estos gestos estéticos y deben tenerla, ya que yo vi mucha gente indecisa que pudo decidir su voto frente a los montones de papeletas.

Una de las cosas que más eché de menos fue una mesa central o una autoridad para todo el colegio con suficiente conocimiento para ordenar aquello un poco, que resolviera unilateralmente las dudas, que acreditara a interventores y apoderados ...  Y no lo que allí me encontré, con una omnipotencia de las propias mesas que convertía algunas cuestiones en una subjetividad a mi modo de ver poco democrática y neutral, mesas donde cada interventor  podía tener una opinión diferente,  los representantes de la administración consultados al respecto  ni os cuento y el pobre presidente y vocales estaban más desorientados aun,  ojeando inseguros el manual y preguntándose a  sí mismos si sus decisiones eran las adecuadas y si estaban legitimados. 
Sin duda lo que más me gusto fue acompañar y aclarar las dudas de los ciudadanos que acudieron a votar. Me di cuenta que mucha gente andaba muy desorientada: mayores que no veían las papeletas, mucha gente sin bolígrafo,  discapacitados y dependientes en silla de rueda y muletas  que no podían acceder, gente que no sabía dónde tenía que votar o como votar, jóvenes en su primer sufragio, gente que no entendía como rellenar la hoja del senado, gente que no sabía cómo se votaba en blanco, personas que no sabía lo que era el congreso y para que servía y lo que era el senado y para que no servía, ….decenas de historias pululaban ante mis ojos desde hijas que habían elegido el voto de sus ancianas madres, de mujeres-hombres que habían elegido el voto de sus hombres-mujeres, mucha gente que venía con la papeleta preparada, niños que preguntaban a sus progenitores que si votaban lo mismo, gente que te pedía opinión sobre a quién votar….
A la hora de comer, aprovechando mi condición de apoderado con cargas familiares, me fui a casa de mi madre, aprovechando que  mi hermano Rubén  había venido de Lisboa a votar.

 Cuando llegue por la tarde, empezó la interacción con los  compañeros de otros partidos políticos. Los del partido socialista en general eran bastante secos y parados, alguna interventora de mesa fue más simpática y un tipo genial que fumaba como un carretero mientras opinaba sobre la debacle que se les venía encima, pero en general era gente apática con cara de pre-derrota, que se juntaban en la puerta como si aquello no fuera con ellos. Sin embargo hice buenas migas con algunos de los interventores- apoderados del P.P., mucho más dinámicos y simpáticos, quizás animados por un triunfo cantado. Incluso con un par de ellos estuve haciendo una lista de posibles diputados ministrables, negando ambos absolutamente que Soraya, como era mi hipótesis, se convirtiera en la futura vicepresidenta. Hablamos,  como no podía ser de otra forma, de Aguirre y de Gallardón y el interventor más mayor que se paso todo el día con unos cascos oyendo el fútbol, descorchó anécdotas de partido cambiándome  totalmente la imagen que, en el trascurso del día, había hecho de él como un viejito de barrio. Y es que el hábito no hace al monje. También me pareció muy interesante, y así se lo hice saber a un apoderado del PP de origen peruano, que de los 11 “peperos”, cuatro de ellos eran peruanos. Me explicó que muchos de los que emigraron en los años 80 y 90 pertenencia a partidos  democratacristianos con profundas creencias y al venir a España se integraron en el partido.

Y por fin llegaron las ocho. Según mi manual el presidente  tiene que anunciar el cierre de las votación a viva voz. Nadie lo hizo salvo dos mesas a las que se lo comente yo. Acto seguido introdujeron los votos que llegaron por correo a lo largo del día, luego votaron los componentes que están censados en esa mesa , lo cual me lleva a la siguiente reflexión: que yo tenía 3 posibilidades sobre 848 (numero de censados) de ser seleccionado para la sección 49 mesa U que es la que me corresponde.
 Y luego se abrieron las urnas. Bueno si podían abrirlas. Entiendo que  por  la crisis no hubiera bolígrafos para la votación al senado. Después de todo, para lo que sirve, conviene dejar la papeleta en blanco. Pero lo que no entiendo es porque no tenían unas puñeteras tijeras para abrir las urnas, detalle que resolvió un veterano interventor retorciendo el precinto.
Una cosa bastante curiosa y que nadie sabe, además de que se puede votar con carnet de conducir, es que el recuento es público, es decir, se debe permitir la entrada de ciudadanos al colegio electoral. No vino ni Dios. Pero no estaría mal que al menos un ciudadano supervisara el recuento de cada mesa o por lo menos un representante de la administración docto en procedimientos electorales.
Una vez abiertas la urna del congreso comenzó el caos, cada mesa se organizaba de una forma distinta. Por increíble que parezca no hay un procedimiento estandarizado y estudiado como la mejor forma de hacer el recuento. Por tanto, se organizaban según la experiencia del interventor o el parecer del presidente o vocal con más iniciativa. Así algunos contaban sobres y otros los abrían directamente amontonándolos por candidatura. El recuento era frenético, se contrastaban papeletas con número total de las personas que habían votado y ya, en algunos casos, no cuadraban. Los sobres iban al suelo y para contar las papeletas se ponían por fajos de 9 precintándolas con una más, como si fueran fajos de billetes. Luego se recogían los resultados y se apuntaban en el acta.
Llegados a este punto me surge una duda razonable: ¿los interventores que representan a un partido y sus intereses deberían abrir y contar los votos? ¿ Qué pensáis?… Pues lo hacen, excepto en una mesa donde la presidenta  se impuso y dijo que no le parecía bien, incluso en alguna mesa un representante de la administración contaba votos. La verdad es que no entiendo que hacen manos ajenas y con intereses tocando las papeletas.
El trabajo del apoderado era recorrer frenéticamente todas las mesas, contar, con cierta sensación de ilegitimidad, las papeletas de su candidatura  y comprobar que el recuento estuviera exento de incidencias. Solo tuve que ponerme firme en una de las mesas cuando un voto nulo se dio como valido. Según la normativa es voto válido cuando hay una sola papeleta sin marcas o si hay varias son del mismo partido o no hay papeleta, pero en este caso la papeleta del partido popular iba acompañada de una foto del señor Rajoy. El interventor del PP, presidente y vocales, así como un apoderado de IU lo daban por valido interpretando que se entendía perfectamente cual era la intención del votante, pero ese mismo razonamiento existía en las anuladas por marcar únicamente la candidatura de Alberto Ruiz Gallardón o tacharla, que de todo había,  así que me opuse y, con el manual en la mano, me dieron la razón. Esa es una de las que vi pero pude no ver muchas más y seguramente las hubo.
En esa misma mesa, que fue curiosamente la que antes termino, presencie algo que me dejo estupefacto pero que debe ser práctica habitual: ante el recuento que no les cuadraba, ya que había más votos que el control de los que habían votado,  un apoderado sugirió una solución, al parecer habitual, quitar uno de los votos nulos o blancos y así ajustar número de votantes al número de papeletas. Lo cual es injusto para la gente que vota con esa intención. Además creo que completamente ilegal, aunque yo no hice nada por impedirlo. Mea Culpa.
Recogí las actas del escrutinio de todas las mesas que al parecer son muy importantes para el recuento y los posibles recursos. Cuando conseguí que me las dieran todas, ya incluso alguna mesa había terminado el recuento del senado y un autobús les lleva a la junta central en plaza Castilla para llevar los resultados (curiosamente tienen que ser ellos los que la entregen, eso sí, el autobús es de ida pero no de vuelta).


Fue una gran experiencia y no sé si mucho de vosotros habéis llegado al final, pero creo que ha sido interesante sobre todo para los que nunca estuvisteis detrás de las urnas. Dicen que la democracia no es un sistema perfecto pero es el menos perverso que existe, y os puedo decir que yo fui testigo privilegiado de esa imperfección en el momento mismo del sufragio universal.