miércoles, 18 de julio de 2007

LA CUESTION DE LA BANDERA

Cuando viajo por el extranjero siento una cierta envidia por las naciones que aman su bandera, que sienten orgullo patrio. Si me sondeo tengo que decirles que me gusta ser español, que me encanta España, cada vez más diversa y tolerante, pero no siento especial orgullo en serlo y aunque resulte progre en demasía me gusta definirme como ciudadano del mundo. Respecto a la bandera, me deja indiferente verla ondear salvo fuera de mi país cuando la busco en las puertas de los hoteles o en las raras ocasiones que ganamos alguna medalla y el himno nacional en tempo adagio me conmueve, y me da rabia cuando, ya en territorio nacional, la encuentro ausente de edificios públicos (sobre todo en Cataluña y País Vasco).

Conozco a muchas personas que no saldrían a una manifestación sin la bandera y a otras muchas que no saldrían a una manifestación con ella. Lo cual implica que estadísticamente vivimos en un país divido en esta cuestión como en otras muchas.

Lo queramos o no la bandera rojigualda se asocia al régimen dictatorial del general Franco que, como cualquier régimen fascista, utilizó y monopolizó el fervor nacional para identificar su movimiento, hiriendo de muerte la bandera que llevaba uniendo a los españoles durante unos doscientos años* (salvo por el paréntesis republicano).

Lo cierto es que cuando ves algún portador del estandarte, si eres una persona inteligente y con sentido común, procuras hacer un análisis sosegado objetivo y racionalizas diciendo “este no es un facha”, pero te traiciona el inconsciente políticus, realizando la inevitable e indebida asociación bandera-pijo-derechas-fascista. Seguramente se activa algún visceral mecanismo mental-educativo-social que realiza esta asociación. Es estadísticamente muy probable que te encuentres ante una persona ideológicamente de derechas (lo cual refuerza el mecanismo) o ante un aficionado al deporte rey. Me pasa a mí como a muchos, que nuestra conciencia despertó ya en democracia y no hemos sufrido las consecuencias del régimen.

Algunas posturas propugnan que debes superar el trauma y aceptar la bandera. Sin embargo no creo que sea la solución, tampoco es dejar que se mueran las generaciones afectadas ya que seguramente trasmitamos el mecanismo a nuestros hijos o no naturalicemos nuestra relación con ella y se perpetúe. Otras posiciones hablan de no permitir la utilización partidista de un símbolo nacional, yo soy mas bien de esta opinión, pero quien soy para coartar la sagrada libertad de poder enarbolar la bandera.

Desgraciadamente la cuestión de la bandera seguirá ondeando una buena temporada si no se encuentra una solución de consenso que, dicho sea de paso, no existe ya que pasaría o por la creación de una nueva bandera o por la prohibición anteriormente mencionada, hechos francamente improbables.

* La primera vez que se utiliza data de Real Decreto de 28 de Mayo de 1785 reinando Carlos III, por la confusión que las bandera blanca creaba en los barcos, pero se generaliza su utilización, de una forma escalonada, a lo largo del siglo XIX . Mas información histórica http://www.ejercito.mde.es/ihycm/cursos/vexilologia/histobandera.htm