LA MUJER QUE TENÍA... por Juan Manuel de Cárdenas Gallego
Mi suegro, que es historiador aficionado, coleccionista de palabras y también al parecer, y para sorpresa mía, constructor del relatos cortos, ha escrito este pieza como recreo a los lectores que siguen unos articulitos históricos con el que nos obsequia cada semana y que llama HISTORIA PARA AMIGUETES.
En una ocasión en el cementerio de Ginebra visitamos la tumba de Borges porque Maca me dijo que a su padre le encantaba Borges. Leyendo su relato no puedo negar esa realidad. Aquí os lo dejo para que lo disfrutéis tanto como lo he hecho yo.
El
día en que tuve la oportunidad de realizar la autopsia de Angeline (pronúnciese
Anshelene, porque era francesa; si hubiese sido británica, que no es el caso,
se hubiese pronunciado Anyelain) Descartes fue, junto con aquel en que el
Binéfar C.F. ascendió a 2ª B, el más feliz de mi vida.
He
de decir, empero, que sacar adelante aquello no fue fácil, pues Angeline, desde
un primer momento, se mostró renuente a colaborar presentando mil efugios a
cual más débil; que quién iba a pagar mi intervención, que si no se había
lavado los pies esa semana, que si no estaba muerta del todo... en fin, excusas de mal pagador
que ella exhibía más con ánimo de quitarse de en medio que de demostrar su auténtico convencimiento de la inutilidad de
la necropsia que le proponía.
Pero
yo le hablé quedo en la orejita haciéndole ver las ventajas de tener ya la
autopsia hecha; que si eso que llevaba ganado para el día del deceso; que si
todo lo pagaba el Igualatorio Sanitas y, en fin esas cosas que se dicen en
estos casos. Además, en las pausas de mi susurrante parlamento, tiernamente le
mordisqueaba su dulce lóbulo auricular de manera que poco a poco la fui
convenciendo.Así
que la pobre, cuando se quiso dar cuenta, estaba totalmente corita y decúbito
supino sobre la mesa de la cocina, a la que mis ayudantes habían ido ya
quitando las migas de pan que ensuciaban su superficie así como restos de la
zanahoria que momentos antes partía nuestra hembra para preparar un suculento ragoût de choto.
Con
profesional mirada eché un rápido vistazo hacia el magnífico cuerpo de Angeline
sin que, a primera vista, pudiese apreciar nada. Pero justo cuando mis ayudantes
iban a dar la vuelta a aquel corpore insepulto
para verificar su envés, me di cuenta de que la tía tenía clavado un azadón en
el 5º espacio intercostal del hemitórax derecho.
Me
acerqué a la prácticamente difunta y le musité al oído.
-¿Y
eso?
-¿Eso?
¡Ah sí! Es un azadón marca La Bellota.
-¿Y
duele?
-No
mucho. Sólo al ponerme la faja.
Ordené
a mis ayudantes que se lo extrajeran con cuidado y lo conservasen en el
congelador pues, empezaba yo a deducir, podría ser futura prueba de un
envenenamiento de la señorita que estaba tumbada allí, sobre la mesa de la
cocina.
Dieron
al fin mis ayudantes la vuelta al cuerpo de Angeline y, ya decúbito prono la
pobre, la examiné con atención observando unos extraños corpúsculos ubicados en
cada una de sus corvas.
-¡Cachis
la mar! -blasfemé sin poder contener el exabrupto.
-¡Ah
bueno! -aclaro la mujer- Es que se me había olvidado decirle que yo soy... que
yo soy... ¡Que yo soy la mujer que tenía
rayos X en las corvas!
-¿En
las corvas?
-Como
lo oye, en las mismísimas corvas.
-Pues
no me diga más. Eso va a ser.
Entonces
me vi obligado a darle un disgusto importante, porque yo podría haberle
extirpado tan incómodos adminículos en un pispás con una llave Allen y un
cortafríos, pero lamentablemente, tal tratamiento no lo pagaba Sanitas y, si
Angeline quería que yo extrajese los aparatos de rayos X, podía hacerlo, sí, pero
corriendo ella con los gastos.
-¿Y
a cuánto me saldría?
-A
unos 300 euros.
-¿Cada
corva?
-
Cada corva. Pero si quiere usted que le opere las dos le hago un 10 % de
descuento en ambas y si quiere usted que le opere 3 le hago un 15 % en todas
ellas.
-Ya,
pero yo es que no tengo más que dos corvas.
-Eso
es cosa suya: yo le digo lo que hay.
O
sea, que tras mucho regatear acordamos que le quitaría sólo uno de los aparatos
de rayos X (el de la corva izquierda) y luego, más adelante, para la próxima
autopsia, si se terciaba y ella había quedado satisfecha, pues haríamos el
resto.
Fue
terrible. En mis 12 años como podólogo nunca había tenido que realizar una
extracción de rayos X en las corvas tan cruenta como esta. Angeline se quejaba
dulcemente:
-¡Hijoputa!
Pero
yo sabía que la procesión iba por dentro y que sufría como una bestia
infrahumana (que, por lo demás, es lo que era). La efusión de sangre era atroz;
la fiebre altísima; la tensión disparada; el azúcar, como la prima de riesgo, por
las nubes y la conga, de Jalisco. En aquellas circunstancias yo rezaba para que
el Señor se la llevase a su Paternal Seno, pero nada; el Señor ni caso.
Solamente tuvo un momento de felicidad cuando le enseñé la violácea pierna que
le acababa de amputar; entonces vi asomar a sus labios un rictus de alegría y a
sus ojos unas lagrimillas como de emoción (o acaso de risa).
Vino
el arcipreste de la cercana parroquia y, allí mismo, ofició las exequias por la
difunta pierna pues, he de reconocerlo, al amputarla estuve poco hábil y se me
murió, yo creo que de una tosferina. Angeline estuvo muy serena durante toda la
ceremonia y sólo rompió a llorar cuando el presbítero alcanzó los 39 minutos de
inane homilía.
Bueno,
pues creían ustedes que todo esto es muy bonito y que todo salió bien y esas cosas
¿No? Pues no señor. La tragedia vino cuando, estando ya casi en la puerta
despidiéndome de aquella mujer a quien acababa de dejar coja con tanta
profesionalidad, le pido los 300 machacantes y me espeta con una cara de
desafío impropia de su sexo y condición que, simplemente, carece de semejante
cantidad. No sólo eso, sino que cuando le demando alternativamente la tarjeta
de Sanitas. me salta con que la tenía caducada.
Así
que, ante trato tan inicuo y al que no creía haberme hecho acreedor, pedí a mis
ayudantes que prendiesen de nuevo el azadón en el hemitórax derecho de
Angeline, pero ahora no en el 5º espacio intercostal, sino en el 4º. ¡Ea!
¡Ah!
Y además me quedé con el aparato de Rayos X que le había extraído de su corva
izquierda.
No
se pueden ni imaginar ustedes lo terrible que es ser podólogo de guardia. La
próxima autopsia a Angeline se la va a hacer su padre.
Canel.