miércoles, 30 de abril de 2008

MILLAS, PREMIO Y LITERATURA

  • Recientemente he leído el último premio planeta. Dicho así parece que todos los años lo leo, nada mas lejos de la realidad. Este lo he cogido con ganas por que lo ha ganado uno de mis escritores favoritos Juan José Millas, trata sobre la construcción del escritor a través de los acontecimientos de la infancia.
    Os he seleccionado unos párrafos ( que son un poco típico-tópico) que no tienen desperdicio, sobre todo para la generación de mis padres que vivió el nacionalcatolicismo. ¡Pobres! Aunque bastante bien ha salido a flote despues de semejantes barrabasadas. Os dejo con Millas.
    Espero que os guste




    "Y si el adulto soñaba con que se aparecieran novelas el niño soñaba con que se le aparecería Dios, lo que en principio no era tan difícil. Vivíamos en un mundo en el que Dios existía hora a hora, minuto a minuto. Rezábamos al comenzar las clases; al terminarlas; nos santiguábamos al atravesar la calle; besábamos las manos de los sacerdotes; orábamos al acostarnos, al levantarnos; al sentarnos a la mesa; al levantarnos de ella… Cada acto de nuestra vida era un sacrificio hecho a Dios, bien fuera para complacerle, bien para provocar su ira.
    El infierno quedaba a la vuelta de la esquina, se podía ir dando un paseo, a veces bastaba tropezar en una piedra para caer en el. Si esa noche te habías masturbado y morías, ibas al infierno. Si habías chupado un caramelo antes de comulgar y morías, ibas al infierno. Si te atacaba en medio de la clase de Lengua un pensamiento impuro y morías, ibas al infierno… Era más fácil terminar en el infierno que en la prisión, pese al premonitorio “acabaras en la cárcel” de las madres de la época. Afortunadamente la confesión ponía el contador a cero...
    La idea de la salvación (y la condena) contaminaría en el futuro cualquier actividad. Es probable que los conceptos de éxito y fracaso, entre nosotros, procedan aun de ese binomio. Dios era el dueño de nuestros días, de ahí que el año se ordenara de acuerdo a los sucesos más importantes de la vida de su hijo, que nacía durante las vacaciones de Navidad y fallecía en las de Semana Santa.
    Los Meses funcionaban, pues, a modo de capítulos de un relato, cuyo argumento principal era la vida de Cristo. Si quitabas a Dios de la existencia, las vidas de los hombres se desagregaban como las cuentas de un collar desprovisto de su médula (en torno a lo irreal se articulaba lo real; siempre ha sido así). A mi me gustaban las Navidades, como a todos los niños, pero me interesaba la Cuaresma, ese tiempo litúrgico que iba desde el Miércoles de Ceniza hasta la Pascua de Resurrección, caracterizado por ser un periodo de penitencia durante el que reproducíamos en el ayuno que observo Cristo en el desierto antes de dar comienzo a su ministerio. Curiosamente, yo solo doy valor a lo que escribo en ayunas, me levanto pronto, sobre las seis de la mañana, y me siento a la mesa de trabajo sin tomar nada hasta las nueve, considera como mío, y para mí, lo que escribo durante ese tiempo. Lo que escribo después del desayuno está contaminado por las miserias laborales, por el imperativo de ganarse la vida. Las novelas, así como los trabajos periodísticos que más aprecio, están escritos entre las seis y las nueve de la mañana. El ayuno.
    Y bien, Dios estaba ahí todo el tiempo para los bueno y para lo malo, generalmente para lo malo, porque se trataba de un Dios colérico, violento, castigador, fanático. Dios era un fanático de si porque vivía entregado a su causa de un modo desmedido, como si en los más intimo desconfiara de la legitimidad de sus plantes o de sus posibilidades de éxito. Podríamos decir que era un nacionalista de si mismo. Tenía otras caras, pero ésta dominaba sobre las demás. Lo raro para un pensamiento ingenuo como el nuestro era que lograba estar sin estar, pues se manifestaba a través de su ausencia, que lo llenaba todo. Por eso soñabamos con que se nos apareciera, con que se hiciera evidente, palpable. Soñábamos con un milagro".