jueves, 22 de agosto de 2024

ADOLESCENTES Y CAMINO NO SON ANTÓNIMOS

 Trascribo con el permiso de la autora estas tiernas y amorosas líneas más vivenciales 

dedicadas a nuestro camino como resumen de este Camino Primitivo en su parte asturiana


Esta historia tiene cuatro personajes, un deseo y un objeto.



Los personajes son Mario (14 años), Diego (15 años), Patrick (padre de Mario) y María 
(madre de Diego).


El deseo (o sueño): hace algo más de tres años se escucha a María comentar a Patrick: 
“Me encantaría hacer el Camino de Santiago con mi hijo mayor”. Patrick, alma 
planificadora, responde: “Pues yo ya lo estoy mirando para hacerlo con Mario…”.
El objeto, la lámpara mágica, o la varita mágica, lo que te guste más. Es el que hace 
posible esta historia.


Agosto de 2023: Los cuatro  personajes caminan durante cuatro duras jornadas por el llamado 
Camino Primitivo. Comienzan en el Albergue de Peregrinos El Salvador de Oviedo y llegan hasta Tineo, 
atravesando multitud de lugares,  villas, aldeas y pueblos, que menciono a continuación como forma de honrar a sus habitantes: Premoño, Vega de Anzo, Paladín, Peñaflor, Sestiello, Grado, San Juan de Villapañada, Cabruñana, San Marcelo, Doriga, La Rodriga, Cornellana, Casazorrina, Salas, Porciles, Bodeyana, La Espina, La Pereda, El Pedregal, El Crucero y Tineo. 


Una experiencia más, a ojos de unos, “un sufrimiento sin sentido”, pensarán otros, pero, 
a ojos de ellos, la cosa parece más profunda. Tras el viaje, se escucha comentar a María: 
“Ya me puedo morir en paz con lo que he compartido con mi hijo”.
Lejos de toda planificación, el universo vuelve a confabularse (o en este caso la lámpara 
mágica vuelve a hacer su papel) y un año después los cuatro personajes están 
caminando de nuevo desde Tineo, donde lo dejaron. Y en tres duras jornadas, llegan 
hasta Vistalegre.



Belleza, superación, sudor, generosidad, alegría, amor… eso ha sido el Camino para 
nosotros. Agradecimiento también. Éste sería el elemento que faltaba mencionar en
esta historia. Agradecimiento a nuestras familias, que se quedaron esperando y
cuidando al resto de las criaturas, a algunos peregrinos (Noé y María y los apodados 
“andaluces”), a los lugareños que nos dieron agua de sus casas, a los voluntarios del 
albergue de Pola de Allande (Milagros, Floret y Jhon) y, sobre todo, a los adolescentes. 
A nuestros hijos adolescentes, Mario y Diego, que nos han regalado la oportunidad de 
poder compartir con ellos esta experiencia y nos han permitido mostrarles las bondades 
del Camino de Santiago. Más que la lámpara o varita mágica, son ellos los que guardan 
la magia de hacer posible esta historia.
 


Maria Antolín

Madrid, agosto 2024

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